domingo, 5 de abril de 2009

De lo que esperamos y lo que dejamos pasar...



Los días van y vienen de forma vertiginosa y yo veo pasar el tiempo casi sin darme cuenta del sabor de la vida. Cada día caminamos con la ilusión de que algo diferente nos aguarda en el camino, pero esperando a que llegue,muchas veces la vida puede sorprenderte en cualquier rincón, en un paisaje, en un libro, en una canción...circustancias en las que no percibimos los momentos de felicidad que vivimos.

Con frecuencia confundimos la felicidad con alcanzar aquellos estados que el ser humano se ha fijado como vitales, tales como la estabilidad profesional o sentimental, y centrados en conseguir el amor de la persona a la que se ama, el trabajo de tus sueños o la casa de tu vida, etc., nos olvidamos de aquellos pequeños instantes que, como las estrellas fugaces, pasan volando y ni te das cuenta de que se desvanecen allí donde no puedes llegar. Y es así, si no estás atento, simplemente pasan inadvertidos,inexistentes.

Ésta es una reflexión que no hago ahora,que no estoy haciendo esta noche, sino que siempre la tengo en el pensamiento y que a menudo me atraviesa por dentro hasta hacerme daño. Pero a veces, muchas veces, aun siendo consciente de esa pérdida, no miro más allá de todo lo que sueño con llegar a hacer y que sé que está por venir,esperándolo con excesiva impaciencia sin valorar aquellas otras cosas que están ahí, alcanzables, cotidianas, pero-si las observamos detenidamente- tan tan vivas y llenas de color. Yo sé que me pierdo en la ansiada búsqueda de felicidad que el hombre se ha inventado para creer en ese mañana mejor, ese lugar en que no hay espacio para la tristeza y el sufrimiento... Pero no es verdad,esa isla en medio del mar no es real,no existe; no arribamos a ella después de un tiempo luchando para vivirla. La felicidad está en todas partes, viva, respirando en cada gesto,rezumando en cada palabra, y maldita sea, no sé por qué no la vemos u oímos...pero está ahí cada día esperando a que advirtamos su presencia. Cuántas veces he creído habitar en el lado contrario, el de la infelicidad, llorando porque no me han querido como yo a otros, lamentando no haber alcanzado la meta que me propuse,o bien, despreciando todo lo que no pasa como yo hubiera querido. Si algo he aprendido últimamente es a no esperar y esperar el mañana, a no soñar con mares cuyas aguas no hallo en ningún mapa, a no vivir pendiente, cual Penélope, del regreso de un amor perdido...a no temer que se derrumbe el mundo cuando el destino se me ponga en contra. Así he aprendido a ser feliz, no esperando nada del más allá y arrancando de cualquier rincón la luz con la que poder iluminar la oscuridad que nos hace perder cada destello de felicidad.

Aquí os dejo una historia que trata esta idea que me anda surcándome los mares del alma.

Historia de un Náugrago

Hace ya siete meses, tres días y dos horas
naufragué en esta isla que no está en ningún mapa.
La primera semana lloré como un muchacho
asustado y el miedo vino a vivir conmigo.
Luego maldije a Dios los quince días siguientes.
Y me pasé tres días sin agua ni comida.
Los siguientes dos meses he añorado tu cuerpo
y soñado con el tibio roce de las sábanas.
Cada noche encendía hogueras en los montes
pendiente de que un barco pasara por delante
de esta isla maldita . Y en la playa he dejado
mensajes de socorro pidiendo que vinieras.
Arrojé cien botellas con mensajes urgentes.
Y durante tres meses aprendí que la vida
es un cangrejo, un fruto, el agua del torrente,
el sol que cada tarde pinta de rojo el agua.
Ya no siento temores. Recuerdo vagamente
que más allá del mar hay fusiles y espadas
y hombres que maldicen haber nacido un día.
Y que aquel mundo era una isla de monstruos.
Ayer me desperté cantando sin que nadie
me dijera: “Estás loco ¿A qué tanta alegría?”
Y cada tarde escribo en la arena unos versos
que borran las mareas y que de nuevo escribo.
Hoy he visto pasar un barco no muy lejos.
He apagado raudo la luz de las hogueras
y he borrado todos los mensajes de auxilio.
Afortunadamente el buque ha pasado de largo.
(Ismael Serrano)