miércoles, 27 de octubre de 2010

Esperando escuchar a Javier Bergia


"SIEMPRE ME GUSTÓ, POR CIERTO, TU SONRISA.
NUNCA OLVIDARÉ EL PERFUME DE TU PELO.
YO ERA UN POCO NIÑO Y TU ERAS TAN CHIQUILLA.
YO TE HABLÉ DE AMOR Y ME LLEVASTE AL CIELO"

Después de un largo silencio, reinicio mi actividad en este diario personal contra el olvido. Y lo hago, precisamente, con una entrada dedicada a uno de los grandes precursores de la música de autor española: Javier Bergia, poeta cuya obra mana primeramente de la fuente de los recuerdos ("Quieras o no quieras recordar algo de aquellos días de asueto,cuando el tiempo era más ancho y aún quedaba primavera, cuando quise regalarte unos zapatos.Aún oigo la luz de la farola que alumbraba el patio de tu casa, donde un día de noviembre te conté que te quería, ahora el P.S.O.E. tiene allí unas oficinas").


Por fin asistiré a un concierto del madrileño, después de varios años oyendo sus canciones, un hallazgo que descubrí un día oyendo una canción de Ismael Serrano en la que compartía voz con Bergia. A partir de entonces me interesé por su música,pero fue fundamentalmente la poesía que allí encontré lo que me arrastró a comprar los primeros discos. La verdad es que supuso un momento mágico en mi vida. Lo escuchaba a diario, aprendiendo cada palabra detrás de otra, analizando el lenguaje lírico de cada párrafo. Por aquel entonces yo acababa de llegar a Madrid, y sí, puedo decir que cuando escucho a Bergia vienen a mi mente muchos recuerdos de aquella etapa que viví. Es cierto éso de que cada período vital tiene su particular banda sonora, al menos yo soy mucho de obsesionarme con un artista y de darle al repeat una y otra vez hasta que me saturo. Pasado aquel año, dejé un poco de lado aquellas canciones que me recordaban lo bueno y lo malo de mis días madrileños, si bien de vez en cuando la nostalgia-y evidentemente también la magia que impregnan sus letras- me empujaba a no olvidarlas del todo. Por eso, este espacio, que siguió a ese año en la capital, debe tanto a Bergia. A lo largo de las entradas, hay palabras que tienen su gran fuente de inspiración en esas canciones tan especiales.

Pues bien, hace cosa de una semana he sabido que en unos días tendré la oportunidad no sólo de verle en persona (ya he tenido el placer en un concierto de Ismael Serrano), sino también de acudir a uno de sus conciertos propios donde cantar con él los versos que en la soledad de mi habitación he ido aprendiendo todo este tiempo. Es una suerte poder disfrutar de ese momento tan especial, compartir un concierto con ese alguien que no conoces, que ha llegado a tu conocimiento de la forma más inesperada, que resulta desconocido para la mayor parte de la gente que te rodea y que ha puesto melodía a muchas emociones vividas.

El compositor madrileño Javier Bergia nació en 1958. Destaca su papel como multiinstrumentista, lo que le ha valido para participar en infinidad de conciertos y grabaciones acompañando a otros artistas como María del Mar Bonet, Ismael Serrano, Ella baila sola, Joaquín Díaz, Marina Heredia, Pasión Vega, Antonio Vega, Café del Mar, etc. Igualmente, es importantísima su colaboración poniendo sintonía a gran cantidad de largometrajes, series de televisión y el mundo del teatro.


Hasta la fecha tiene publicados once trabajos en solitario:

Recoletos. Emi Odeón 1985.
La Alegría del Coyote. FonoAstur 1988.
Tagomago. Gasa 1989.
Caracola. Tecnosaga 1993.
De Aquellos Años Verdes. Música sin Fin 1996.
Noche Infinita... Tagomago 1997.
Rupairú. Tagomago 1998.
Veinticinco Años. Tagomago 2001 ( con Alberto Pérez, Ismael Serrano, José María Guzmán, Luis Pastor, Pablo Guerrero, etc.)
Cedaceros 4, Tagomago 2007
Antología, Tagomago 2008 (recopilatorio)
Caracola,Tagomago 2009 ( Versiones Nuevas con Luis Eduardo Aute, Pablo Guerrero, Rodrigo García, Ismael Serrano, etc.).


La temática del cantautor se mueve por diversos caminos con dirección, todos ellos, a la calle melancolía. Su voz, nostálgica en todo momento, nos lleva unas veces a los felices años de su infancia en Madrid; otras evoca el sueño de un amor ahora extinguido, aunque siempre añorado; dedica alguna canción también a la memoria histórica, de manera que siempre tiñe sus palabras de recuerdos, impregnando el presente del poeta con la perenne idea de que "cualquier tiempo pasado fue mejor".

Soy una persona que también vive de los recuerdos y, por este motivo, en muchas ocasiones me he sentido identificada con lo que me transmitían sus canciones. Ésa es la magia que encuentro en Bergia, que yo también "echo de menos las fantasías que no volverán", que yo también odio pensar que mi presente carece de momentos que ya he vivido y que desearía revivir, pero cuya continuidad es imposible, bien porque determinada gente ya no está cerca de mí, bien porque soy yo la que se ha alejado de lugares que hoy echo de menos y que recuerdo como un sueño del que me he despertado ya hace tiempo. Yo también, como Bergia, me castigo pensando en un pasado añorado sabiendo que " no habrá otro barco que pueda volver, con olas que nos lleven donde ayer". Y digo "me castigo" porque el recuerdo del pasado en cierta manera me impide avanzar, el sufrimiento de no poder recobrarlo niega cualquier posibilidad de sobresalir al presente que, en parte, la vida-las circustancias, si se prefiere- me han hecho elegir. Trato día a día de luchar contra la tristeza de saber que no puedo volver atrás, que aquello de lo que me he arrepentido no puedo cambiarlo, pero cuesta mucho conseguirlo. Cuando escucho estos pensamientos de la boca de Bergia, encuentro el asidero que me da, no consuelo, pero sí comprensión, mucha comprensión. Él canta las cosas que me atormentan, como si yo quisiera explicarme y él adivinara lo que pienso. Es una complicidad tan extraordinaria, tan poco corriente, que no la encuentro ni siquiera en la amistad de mis seres queridos. Soy también demasiado melancólica, quizá.


Son muchas las canciones de Javier que podría pasarme horas y horas escuchando, siendo cada vez la primera en descubrimientos lingüísticos cargados de belleza sin igual. Me soprenden sus metáforas surrealistas que, almidonadas por el efecto de la ensoñación, se levantan para gritarle al mundo sus secretos más íntimos. Es impresionante la fuerza de versos como "casi un siglo de mil años navegando por una oración sin aire, despido a las gaviotas y el aire por la espalda me avisa que amanece", "pretendo estar en la memoria sin querer de mi olvido", "detrás me quedo sin tus caricias suspendido en un sillón de orejas", "vivo en una nube, soy una lágrima tuya, queda una estrella vacía", "te perdí, qué dolor; como se pierde el agua entre las manos, se pierden los océanos del porvenir"; "Cuando te sientas como un pez perdido en el mar inmenso de nadie, una luz titileante, una estrella prometida, y en la playa una ola vieja, soñarás con ser una brisa, viento"; "Creo que aún te gusta navegar con tu barca de papel Albal y aunque fuiste soñadora, ahora te has hecho señora de un pirata que te tiene prisionera"; "La noche es una boca de tigre, suena una sirena en Bagdag, misiles por un mundo más libre, fuego a discreción sin piedad"; "La tierra es una lágrima perdida en un sueño por mares de plata y océanos sin dueño."La noche es un lunar en el cielo, viendo las estrellas brillar, vivir en paz es todo un anhelo, libre como el viento y el mar", etc.

Advertimos ya, pues, que la melancolía es el núcleo temático central de todo su repertorio. Así nos lo dice él mismo en numerosas ocasiones ("La luna refleja la lenta agonía del sol que se pierde por el firmamento, dejando la vida tan sólo un momento, con un sentimiento de melancolía").

Me emociona sobremanera la añoranza del pasado (los días de colegio, el cine con los nodos, etc.): "Aún recuerdo aquellos días de la trenca y el verdugo, de las botas de gorila, del colegio de Agustinos. Por la calle de Valverde arrastrando la cartera, todo un niño por la acera caminando hacia el futuro". También dedica un limpio y sentimental homenaje a su familia, a su padre, hacia todos aquéllos que vivieron el gris de unos años afortunadamente ya superados ("Recuerdo a nuestro padre, camino del exilio, qué cruel fue aquel invierno, terrible como el frío. Se fue con la esperanza cansada de este siglo, no pudo despedirse, maldito aquel domingo que nos dejó sin querer").

El amor perdido, ya imposible, es otro de los grandes temas que alimentan su poética. Esas letras precisamente son las que más daño le hacen a quien padece la misma enfermedad: el desamor.Pero las que le otorgan el mayor reconocimiento, por descodificar en ellas nuestro propio sufrimiento y descubrir que también se mortifica haciéndose preguntas vanas que ya no tienen trascendencia alguna "¿Fue amor, pregunta que no olvido, fue una aventura bien servida?, si acaso fue, ahora está en la ausencia"; que su misma angustia es la que te desvela cada noche pensando "¿cómo pudiste esquivar el destino, si tu corazón ya casi era el mío?", "¿qué fue de aquellas manos de apasionados dedos, que sutilmente insinuándome me llevaron hasta el cielo, aquel cielo que perdimos los dos aquel febrero maldito? Maldigo aquella ilusión que me robó aquel amor aquel invierno feroz?"; y que a pesar de todo, de que "tú dijiste adiós, simplemente adiós, sin darme una razón", desconsolado, te repitas pensando en ese alguien "No creo que pueda olvidarte, no sirve de nada que tú me conviertas en recuerdo, porque yo no puedo vivir sin ti". Y es ahí, cuando alcanzas el clímax porque sabes que es la única verdad que te queda y duele demasiado cargar con ella. El verso "Te quiero y no te puedo querer" resume esa contradicción de sentimientos que rezuma en el pecho de alguien que sabiendo su realidad, sueña lo imposible.

La nostalgia de los recuerdos se hace patente letra a letra, canción a canción
("Ausencia de la idea que preciso, de aquello que necesito y que siempre podré hacer. Ausencia de aquel triste y lejano recuerdo, de aquél vano afán de vivir un amor sin fin"; "¿ Qué hay de aquel amor que nos señaló?Ya no queda ni la sombra. ¿Qué será de ti, a dónde fuiste a dar?"). No obstante, en medio de su dolor, nos abre la puerta a la esperanza: "Resulta que no me da igual. ahora es terrible estar solo, amanece pero no es igual, no queda nada después de todo. Fueron días felices que ya no volverán. Hay que echarle narices que otros días vendrán. Parece que fue ayer pero han pasado ya unos veintantos años".

Os animo a que os acerquéis a la canción de autor de Javier Bergia. Será como si una tarde os sentárais en cualquier café y él os contara despacito toda su infancia, el aire de Madrid, la brisa del primer amor, el beso que todos llevamos grabado a fuego.
Os dejo con una de sus canciones.Que la disfrutéis.






ANA